Maurice Godelier sobre como nos gobiernan o somos gobernados
Se acaba de traducir la última gran obra del antropólogo Maurice Godelier Casi ocho años para que podamos hacernos con la versión inglesa de la última obra de uno de los antropólogos más importantes aún vivos. "La metamorfosis del parentesco", como se titularía en español, deberá todavía esperar su versión a nuestro idioma
Artículos de Opinión | Rubén G. Herrera - Tercera Información | 15-12-2011 |
La importancia de la obra de Maurice Godelier en la antropología y en el análisis de la legitimidad y consentimiento del poder ha sido a menudo sobreentendida. Raros son los antropólogos, sociólogos del conocimiento o neomarxistas que citen su obra. Raro es, al mismo tiempo, ver que quienes no han realizado una lectura de su obra, a menudo caen en los errores del pasado en los que Godelier ha hecho un gran esfuerzo por corregir.
Aunque Maurice Godelier no se ha mantenido especialmente activo en la última década en cuanto a títulos propios , sigue siendo uno de los autores más influyentes de la antropologíafrancesa. Más allá de su especialidad en la antropología económica; su trayectoria filosófica y marxista; su amplia aportación al debate entre materialistas e idealistas; el estudio de las sociedades “precapitalistas” (como él mismo etiqueta); o su trabajo de campo en Oceanía, la obra de Godelier explora, al mismo tiempo de todo esto, la importancia de los procesos de simbolización en las sociedades humanas, a través de los cuales se imponen las representaciones que garantizan el consentimiento y la legitimidad de quienes dominan. Ese es tal vez el eje sobre el que se articulen los revisionismos que están por llegar sobre la figura de este importante antropólogo.
El motivo de rescatar a este autor, que solo se deja ver en alguna que otra conferencia ocasional, es fundamentalmente, la llegada, el próximo 2 de enero, de la traducción al inglés de su obra, Métamorphoses de la parenté. Publicada en 2004, no será hasta recién entrado el 2012, cuando se haga universal esta obra, que reúne las últimas conclusiones de Godelier.
La metamorfosis del parentesco , hace revelaciones de gran valor que todavía pocos antropólogos (Jack Goody entre ellos) ha tenido en cuenta, respecto a una materia “pasada de moda” o de escasa innovación como es el parentesco. A continuación, algunas de las conclusiones más destacadas:«Mas que un tabú del incesto universal, lo que sucede es que el impulso sexual es asocial. Toda sociedad requiere prohibiciones sexuales […] Ninguna sociedad autoriza al individuo a satisfacer todos sus deseos sexuales (y por lo tanto también las fantasías) […] Y es siempre en el umbral de las unidades sociales dentro del cual hombres y mujeres cooperan para educar a los hijos, por lo que las formas más extremas de permisividad sexual se han detenido»
Siete años por tanto de espera para la edición en inglés, traducida por Nora Scott para Verso, «la mayor editorial radical en el mundo anglosajón».
Para ello, lo más conveniente sería actualizar el pensamiento de Godelier para la comprensión de todos. Una excusa perfecta para recordar que nos dominan "fuerzas invisibles", que nuestra relación dominantes-dominados está legitimada por núcleos sagrados intocables; el valor de la solidaridad (el don) como un mecanismo antisistema muy poderoso en el actual paradigma capitalista, o en definitiva, la evidencia de que somos dominados por el consentimiento antes que por la violencia. Su obra puede recomendarse a economistas, sociólogos, y en la vía política, a todo el espectro de la izquierda, encontrando un gran interés en el anticapitalismo y en las teorías del decrecimiento.
LAS CLAVES DE GODELIER Y SU UTILIDAD EN LA VISIÓN CRÍTICA DEL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA
En el plano académico, incluso en los últimos años es frecuente encontrar investigaciones donde se percibe el tradicional dualismo que separa el análisis de lo material del análisis de lo ideal (dicotomía que Godelier llamaba a reconciliar), generando nuevas y tradicionales dificultades para entender que forman parte de una misma realidad, como dimensiones indisociables de sujetos y sociedad.
El antropólogo comparte con el estructuralismo francés la tesis de que la cultura es un sistema de símbolos. Señala que, a través de Levi-Strauss, Lacan y otros pensadores de nuestra época, se opera un cambio general de perspectiva en el análisis de los hechos sociales, desde la antropología, la sociología o la psicología; un desplazamiento de lo real y lo imaginario hacia lo simbólico, así como la afirmación del principio de que, entre lo imaginario y lo simbólico (que no pueden existir por separado), es lo simbólico lo que domina y lo que debe constituirse por tal razón en punto de partida de todos los análisis en las ciencias sociales.
Godelier ha tomado también mucho de Karl Polanyi: desde la fórmula «las sociedades del bienestar se basan en la escasez y las sociedades de subsistencia son en realidad de la abundancia», o la visión de que «la distinción entre relaciones de producción y superestructuras es una distinción entre funciones y no entre instituciones». En todos estos argumentos abunda la crítica a la lógica capitalista y el análisis comparativo de las culturas. Al igual que Geertz, también sigue a Max Weber en el postulado de que «el ser humano está envuelto en tramas de significación que él mismo ha tejido».
A Godelier siempre se le dio especialmente bien analizar las grandes controversias sobre la universalidad o universalismo; de hecho, sus primeros estudios fueron sobre la racionalidad de los sistemas. En apariencia, puede resultar paradójico criticar la perspectiva universalista al mismo tiempo que la antropología analítica y no implicada (in-between) pretende ofrecer respuestas contundentes. Pero el compromiso de Godelier en la vía de la antropologíasimbólica, como expresa en Lo ideal y lo material (1989), se centra en priorizar que la autorrepresentación de los individuos en la sociedad debería ser lo más consciente posible de la mayoría de las acciones que desempeñan.
(Esto se aplicaría a todas las sociedades, y especialmente a la mentalidad occidental-capitalista dominante. De ahí que el proceso histórico de los imaginarios «dependa de su materialización)».
Crítico, decía, con el universalismo, por el modo interesado en que se visualizan los derechos humanos, la democracia, pero también la historia, el marxismo, o la propia filosofía, sostiene que los fenómenos del mundo moderno son mucho más difíciles de observar desde su interior. Ya desde las primeras fases de endoculturación, hasta el modo en que las voces expertas y los líderes se alzan en pos de un tipo concreto de orden social, las sociedades modernas van creando (eso sí, en un proceso variable y no dado, sino dándose, dialéctico) una “opacidad” sobre su funcionamiento. Si una sociedad es muy inconsciente, es difícil analizarla, ya que no es transparente, no hay causalidad entre realidad y pensamiento. Para ello, hace falta la autopercepción, la conciencia de clase, el despertar de la conciencia colectiva, que se activa sobre el entorno social y cultural de acuerdo con las representaciones que nos hagamos. Para que esa dialéctica genere igualdad, debería imponerse desde los intereses reales de la mayoría. Pero el verdadero reto está en cómo crear las representaciones desde abajo, si la lógica de la organización social ha sido la de imponer las representaciones de unas minorías dominantes frente a las de unas mayorías dominadas.
Es así como Godelier supera la dicotomía idealismo-materialismo, y va más allá de estas y otras concepciones dicotómicas, llevando la dialéctica hacia el debate de la dominación y la construcción social de la realidad. Precisamente, esta es una obra que bebe del célebre estudio de Berger y Luckman que revolucionó la sociología del conocimiento: La construcción social de la realidad (1968).
Lo destacado de su visión de las representaciones ideológicas es lo que estas nos “hacen hacer”, y que por ello, lo ideal no se contrapone a lo real. Para enriquecer este planteamiento, afirma que siempre será al Otro al que nuestras representaciones ideológicas no les parezcan tan legítimas o tan cargadas de sentido. Aquí se incluye el valor de la alteridadpara generar conciencia crítica, y el problema del individualismo imperante.
Las relaciones sociales son fundamentales para el transcurso de la historia: sirven de marco, explican quién debe hacer algo, cuándo, cómo y por qué. Y, aunque en el seno de ellas existe una relación directa con la ideología dominante y las formas de producción o estratos sociales de sentido, también en ellas reside el motor del cambio. Godelier ha sido además un gran crítico del individualismo y sus múltiples formas.
La instauración de la diferencia de clases y otras formas de autoridad se sostienen en una legitimidad o consentimiento antes que en un acto de violencia fundante y constante. Aunque violencia y consentimiento no son excluyentes. De ahí que controlar los depósitos sociales de sentido sea tan importante.
(Esta es una posición que le ha llevado a ser “excomulgado” en muchos movimientos marxistas como un autor referente. Respecto a esta idea, ya el propio Simón Bolivar declaraba la misma fórmula: «nos dominan más por el engaño que por la fuerza»).
Lo ideal y lo material es por tanto una obra (no muy frecuentemente citada, ni siquiera en laantropología), pero fundamental para el conocimiento de nuestros modos de pensar, en la que donde Godelier atiende a los elementos ideales en los que descansa la organización social, y que sirven para comprender dicho consentimiento y dicha legitimidad de los modelos dominantes. Para descubrir las acciones conscientes debemos focalizar la racionalidad intencional que reside en ellas, y no conceder una importancia demasiado exclusiva a las condiciones materiales (que también).
Godelier continúa en El enigma del don con el argumento de que las sociedades se organizan simbólicamente, como había predicado M. Mauss en El ensayo sobre el don. En esta obra se expresa el grado de la importancia de lo simbólico, a través de un núcleo sagrado:
«Lo sagrado es un cierto tipo de relación con los orígenes en la que, en lugar de los hombres reales, se instalan dobles imaginarios de éstos. En otras palabras, lo sagrado es un cierto tipo de relación de los hombres con el origen de las cosas de una índole tal que, en ella, desaparecen los hombres reales y aparecen en su lugar dobles de sí mismos, hombres imaginarios».
Lo sagrado es el epicentro de un dogma que actúa en cada universo simbólico como la clave de la que se puede afirmar que derivan todos los demás postulados, como en mayor o menor medida han venido señalando Max Weber, Berger y Luckman o Karl Mannheim. La diferencia en Godelier es la indagación en relación con el don.
El don como hecho social total demostró su implicación no solo como acción, sino como articulación de valores y juicios en el acto de dar. Por ello Godelier señala un germen revolucionario en el don: «En nuestra cultura, el don sigue dependiendo de una ética y de una lógica que no son las del mercado y el beneficio, a las cuales incluso se opone y se resiste». Es por ello que, en las sociedades de la utilidad y la ganancia, el don desmonta transversalmente los valores sacralizados del consumo. La pregunta entonces sería ¿Cómo llevar a cabo una redefinición del sentido del Intercambio? En este punto, los sistemas de caridad, colecta, ayuda social son algunas de las formas que mejor ayudan a rebatir al capitalismo.
Igualmente, si queremos entender la validez de estos argumentos, lo podemos hacer por el “lado opuesto”: el mismo dinero. No hay nada más material, y al mismo tiempo más simbólico que el dinero. De ahí que no pueda separarse lo ideal de lo material, y es por ello que en la trayectoria de Godelier, un antropólogo fundamentalmente centrado en la economía, desarrollase sus teorías en el ámbito de lo simbólico.
De ahí también que la creación de jerarquías sociales se comprenda en referencia a las “fuerzas invisibles” que las controlan cada vez más, donde el mercado es la fuerza más invisible (por ejemplo, las empresas transnacionales).
Cada vez el poder está regido por dispositivos más abstractos e impersonales, y podría añadirse que en buena medida se debe a que cada vez la conciencia que emana del poder tiene más presente la obligación del “devolver” maussiano para con los dominados. Aunque el poder tenga mecanismos para legitimar su hegemonía, a través de las huellas que va dejando en la historia, se va manifestando la desigualdad que impone y que va en un proceso de acentuación. Cada vez más el capitalismo occidental es contemplado como el responsable de que el mundo no vaya hacia un bienestar más equitativo.
Los sistemas de poder mutan, y son sustituidos por otros porque se dan las condiciones propicias (deja de parecer legítimo), pero, hasta ahora el don no ha viajado más allá de las ciencias sociales para articularse como un discurso que «desborde al capitalismo», como ha relacionado Godelier.
Será para el futuro tarea de intérpretes de su obra, los que tal vez rescaten estas premisas fundamentales de la antropología simbólica, y donde Godelier debería ser revalorado. Centrado en la racionalidad económica, puso a disposición su trabajo de campo para señalar que cada vez se ha ido haciendo más patente que nuestra racionalidad económica está exclusivamente inspirada en un modelo de desarrollo que entraña un gigantesco riesgo, y despilfarro de recursos en pos de interés a corto plazo. Por ello, ante estas posturas profundamente irresponsables sostiene que las relaciones de producción deberían cambiar su lugar privilegiado.
En definitiva, la postura de Godelier es que siempre hay en el pensamiento algo que desborda el momento histórico, y la acción social es una constante. Pero desgraciadamente, el pensamiento funciona sin conciencia… «Casi siempre».
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Obras recomendadas de Maurice Godelier:
(1974): Economía, fetichismo y religión en las sociedades primitivas, Madrid, siglo XXI
(1974): El proceso de formación del Estado, Madrid, siglo XXI.
(1990): Lo ideal y lo material, Madrid, Taurus.
(1998): El enigma del don, Madrid, Taurus.
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