EL NACIONAL - Lunes 11 de Marzo de 2013     Cultura/3
OCARINA CASTILLO La antropóloga critica las omisiones históricas de la prédica oficial
"Nuestro desafío es pasar de la diversidad cultural a la interculturalidad"La
 investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de la UCV y docente
 de la maestría en Planificación del Desarrollo propone que los 
discursos de lo popular y lo artístico se conviertan en herramientas 
para pacificar la convivencia ciudadana
MICHELLE ROCHE R.
A 
finales de la década de los noventa, cuando Hugo Chávez fue elegido 
Presidente de Venezuela, los intelectuales sostenían intensas 
discusiones sobre el significado de la identidad y la cultura nacional, 
no sólo en el país sino en el resto de América Latina. Por esos caminos 
la revolución bolivariana impuso en Venezuela un discurso de la 
multiculturalidad en términos étnicos y se asumió que durante gobiernos 
anteriores, supuestamente obsesionados con lograr una modernización al 
estilo del "progreso universal" estadounidense, se habían olvidado de 
diferencias básicas de la comunidad, como las raciales.
La reflexión 
anterior permite traer a colación otra que hizo Jesús Martín Barbero en 
el simposio Venezuela: Tradición y Modernidad, celebrado en 1998 en la 
Universidad Simón Bolívar, donde señaló que el autoritariasmo en América
 Latina era una respuesta a la precariedad del orden social, la 
debilidad de la sociedad civil y la complejidad de los mestizajes del 
continente: "Se hizo del Estado la figura que contrarresta las 
debilidades societales y las fuerzas de la dispersión". Añadió que en la
 región se invertía el sentido de la definición de la identidad 
nacional, poniéndola al servicio del chauvinismo de un Estado que en 
lugar de articular las diferencias culturales asume lo nacional como 
incompatible con lo distinto, tanto desde la derecha como desde la 
izquierda.
Ocarina Castillo, antropóloga y profesora de la 
Universidad Central de Venezuela, señala que desde que la Unesco declaró
 a la cultura un fundamento para el desarrollo y un derecho del ser 
humano se asume que la discusión sobre la multiculturalidad está caduca,
 pues no es suficiente para asegurar la convivencia pacífica entre 
individuos de las sociedades urbanas. Por eso, propone un término que 
negocia las divergencias: la interculturalidad.
La académica, 
magíster en Historia Contemporánea de Venezuela y doctora en Ciencias 
Políticas, indica que las grandes dificultades inherentes a la 
formulación de políticas públicas para el sector se relacionan con el 
hecho de que la cultura es un concepto inasible, pues tiene que ver con 
asuntos muy profundos, como significaciones: "Los intangibles son 
delicados, porque al fosilizarlos los amarras y los pierdes. Por eso, el
 trabajo con lo cultural siempre ha estado en tensión con el poder, 
porque necesita del oxígeno que le da la libertad frente al discurso 
oficial, referido éste no sólo al de las instituciones gubernamentales 
sino al sistema de valores imperante. Por otra parte, hay también una 
tensión en el Estado, que intenta ver cómo hace con ese mundo 
particular, diverso y complejo, que es la cultura".
¿Cree, como 
señalan los partidarios del oficialismo, que uno de los logros del 
chavismo fue la inclusión de los sectores populares? El reconocimiento 
de lo popular no comienza en estos años, venía desde antes. Pero no era 
suficiente. La visibilización que se le ha dado al contenido de lo 
popular lo ha repotenciado de una manera extraordinaria, pero lo 
político ha confiscado el discurso de lo popular. Se ha reivindicado a 
los sectores populares, pero eso ha tenido sus límites en dos sentidos. 
Primero, desde el punto de vista político, hay una superposición donde 
lo popular es lo rojo rojito y no hay cabida para otras visiones de 
mundo, aunque también sean populares. La segunda exclusión es nuestro 
multiculturalismo selectivo: sólo tomamos en cuenta lo afrodescendiente,
 lo indígena y alguna que otra minoría cultural, pero obviamos los 
procesos enormes de migraciones y de hibridación que ocurrieron en el 
siglo XX.
Entonces, ¿por qué señalar a la inclusión como éxito? En 
estos 14 años presenciamos un esfuerzo entusiasta, como política del 
Estado, de asumir la diversidad cultural.
Pero hay que dar el 
siguiente paso: nuestro desafío es pasar de la diversidad cultural a la 
interculturalidad; esto se trata de aprender a ser ciudadanos y se 
refiere a la relación entre cultura y ciudadanía. Significa respetar al 
otro, reconocerlo en su diferencia y aceptarlo.
Es muy bella esa 
declaración macro de que somos incluyentes, pero es apenas parte de la 
nomenclatura y está cargada de los epítetos con los que nos tratamos los
 unos a los otros. Y nuestras políticas culturales también están 
cargadas de esas discusiones.
En estos momentos hay muchas agendas 
abiertas, pero necesitamos entender que así como esta sociedad, después 
de 14 años, es otra, también tenemos que avanzar hacia la 
interculturalidad y la interacción, así como debilitar las fronteras 
ideológicas, políticas, raciales y sociales que nos hemos levantado. No 
nos sirven para continuar adelante ni para recuperar el sentido de 
nuestra historia.
¿Cree que en estos días de luto se han visto 
vicios en la lectura que se hace de la historia de Venezuela? La 
historia es siempre una invitación abierta, porque cada revisita que uno
 le hace sugiere lecturas diferentes. Pero lo importante es ser 
conscientes de que el proceso histórico es uno en el cual hay 
continuidades y discontinuidades, así como articulaciones profundas, y 
de que es un proceso en el cual las interpretaciones son siempre 
múltiples y diversas, incluso formando parte de colectivos que se 
identifican con ideologías. La historia no debe ser la canonización de 
personajes ni de ideas, sino un diálogo abierto entre las generaciones 
de ahora con la memoria que forma parte de nuestro presente. Últimamente
 he escuchado generalizaciones impresionantes y de todo tipo. Se olvidan
 los hechos. Por ejemplo, cuando se habla del origen de la educación 
pública se olvida que es un derecho desde la época de Antonio Guzmán 
Blanco, en el siglo XIX. Dentro de todas las luces y las sombras de su 
período ese presidente introdujo importantes reformas liberales.
En su época, esas medidas fueron únicas para América Latina, porque ningún otro país se atrevía a separar la Iglesia del Estado.
También
 se omite el aporte, más reciente, de Luis Beltrán Prieto Figueroa, 
ministro de Educación y ejemplo de la multiculturalidad de los adecos.
Claro.
 Fue el maestro de maestros porque hizo escuela al escribir sobre su 
concepción de la pedagogía. De eso abrevamos durante mucho tiempo 
quienes tenemos vocación de docentes. Era un personaje integral: 
maestro, poeta y hombre de pueblo.
Un margariteño cuya identidad 
oriental se respiraba por los cuatro costados. Pero así pudiéramos 
hablar de cantidad de figuras. En materia de nuestra cultura popular, 
nos hemos olvidado nada menos que de Juan Liscano y de Rómulo Gallegos.
Decir que es ahora cuando las tradiciones populares se respetan es desconocer nuestra historia.
Sí.
 Claro que podemos criticar nuestras políticas públicas y decir que 
éstas, durante la segunda mitad del siglo XX, fueron negligentes en el 
estudio, la investigación y el desarrollo de esa memoria de nuestras 
expresiones populares. Hubo negligencia y faltó presupuesto y voluntad, 
así como coherencia institucional. Al compararnos con otros países de 
América Latina, nosotros no logramos articular una serie de 
instituciones que se lograran posicionar en la memoria. Pero eso no 
quiere decir que vamos a olvidar todo lo que se hizo, a pesar de esas 
negligencias e insuficiencias.
Fue durante la gestión de Chávez que 
se cumplió una vieja aspiración del sector: la creación del Ministerio 
de Cultura. ¿Cuáles deberían ser las políticas públicas del sector en un
 país que busca la interculturalidad? Necesitamos contar mejor esa 
historia. La cultura se veía antes como un asunto de importancia sólo 
porque enriquecía al individuo. Fue así hasta finales del siglo XX, 
cuando se le comenzó a tomar como uno de los pilares del desarrollo 
social, tan importante como la salud, la educación y la vivienda. Hoy 
también se le asume como derecho humano. Esto generó problemas en el 
discurso oficial, especialmente en el mundo de las políticas públicas y 
las culturas populares.
Se trata de que aprendamos a vivir juntos a 
pesar de nuestras diferencias. A veces me parece que la llamada 
masificación de la cultura es sólo para los iniciados. He buscado libros
 editados por El Perro y la Rana y CD del Centro Nacional del Disco y no
 los puedo encontrar, aunque acuda a instituciones del Estado. Son 
circuitos complicados que no son abiertos, pues no privilegian que todos
 los interesados tengamos acceso a esos bienes que, además, son 
producidos con dinero público.
En las políticas públicas de estos 14 
años ha primado esa estrategia del circuito cerrado, de comunicación 
alternativa y estructuras al margen.
Es lo que ha pasado con las 
universidades autónomas y con los hospitales. Al crear la Universidad 
Bolivariana y las misiones de salud pública no se fortalece ni se 
moderniza lo que existía, sino que se crea algo alternativo, que se pone
 como otra opción distinta a lo anterior, debilitándolo.
Fotografía: Leonardo Noguera.