El modernista utópico
Había nacido en Minas Gerais en 1922 y murió en  Brasilia en febrero de 1997. Darcy Ribeiro fue un brillante intelectual  brasileño que se destacó especialmente en la antropología y la  educación. Fue ministro de Educación del fugaz gobierno parlamentario de  Hermes Lima en los años '60 y se exilió luego del golpe militar de  1964. En los años '90 llegó a ser senador por Río de Janeiro. Su obra de  ficción también fue intensa y afectivamente ligada al modernismo y a la  tarea de escritores tan destacables como Guimaraes Rosa y Jorge Amado. A  quince años de su muerte, Adolfo Colombres, también escritor y  antropólogo, traza un mapa de la literatura de Darcy Ribeiro, quizás el  primer científico social reconocido como un gran novelista.
 Por Adolfo Colombres
Se  dijo que Darcy Ribeiro fue el primero de los científicos sociales, en el  concepto moderno del término, que logró ser reconocido como un  importante novelista, y no sé si después hubo en Brasil otro caso  similar. Aunque Darcy era ya conocido mundialmente como antropólogo y no  le habían faltado grandes emociones en este campo, no vaciló en afirmar  en una entrevista que la experiencia de la literatura era para él una  de las más fuertes de la vida. "En la novela se alcanza con lectores y  lectoras un grado de comunicación muy cercano al que sólo se experimenta  con el amor", decía. Y sin vacilar, con el extremismo que lo  caracterizaba, agregó: "Yo tiraría a la basura el noventa por ciento de  las obras sociológicas y guardaría la novelística. Nadie pintó mejor  Brasil que Euclydes da Cunha en Los Sertones y Gilberto Freire en Casa  Grande y Senzala. Nadie enseñó tanto sobre Bahía como Jorge Amado". Y  también: "¿Qué sería Inglaterra sin Shakespeare?".
El paulista que más llegó a admirar, por su inteligencia y temprano  interés en la etnología, era Mário de Andrade, el célebre autor de  Macunaíma. Siendo muy joven, arregló una cita con él en una librería de  la calle Marconi que tenía al fondo una casa de té, porque preparaba su  partida hacia tierras indígenas y quería consultarle algunas cosas. Al  llegar, lo encontró hablando con dos trotskistas renombrados, a los que  acababa de derrotar en las elecciones universitarias, lo que bastó para  que desistiera de tal entrevista, marchándose sin saludar siquiera a ese  gran maestro de las letras: como comunista, no podía transigir con esta  tendencia tan odiada por el Partido. La vida no le dio otra oportunidad  de hablar con él. Tiempo después se hizo amigo de uno de los  trotskistas y no pudo más que lamentar este pecado de inmadurez. No es  casual por eso que se lo convocase para escribir el prólogo de la  edición crítica de Macunaíma, realizada por la prestigiosa Colección  Archivos, donde considera a Mário una enciclopedia viva de la herencia  indígena y africana del país y asimila a Macunaíma, ese héroe sin ningún  carácter "de nuestra gente", con los héroes civilizadores de condición  ambigua que tanto campean en las mitologías de las zonas bajas de  América del Sur, verdaderos tricksters que mintiendo, maliciando y  engañando se dan todos los gustos, aunque derramando también algunos  parabienes para equilibrar la balanza y preservar así su vida. A su  juicio, Macunaíma despliega una oralidad deliciosa, la que estalla como  una carcajada frente a toda la bobería circunspecta que rodeaba a Mário,  apelando al desvarío antropofágico para escapar a tanta europeidad  mimética. Aunque luego reconoce que, en la verdad de las cosas, esa  autenticidad india era propia de los indios, "quienes ni brasileños  son".
CON ESPIRITU ANTROPOFAGICO
Bien se sabe que Mário y Oswald de Andrade lideraron el movimiento  modernista brasileño, el que sorteó el servilismo a las mitologías  grecolatinas en que cayó el modernismo hispanoamericano, más allá de los  toques de sabor local a los que éste condescendió. Mário de Andrade  basó Macunaíma en serias investigaciones sobre las mitologías amazónicas  y de la Guayana y en estudios folklóricos de la sociedad mestiza, así  como en los imaginarios de origen africano y los populares urbanos. El  resultado fue un bricolage narrativo que conjugaba tres estilos: uno  solemne, épico–lírico, propio de la leyenda; otro de crónica, cómico y  desenvuelto; y un último de parodia. Esta novela se presenta así como  una obra de gran humanidad y un humor intenso, que apela al juego, pero  no para quedarse en él, sino para asaltar desde allí los núcleos del  sentido y el drama de nuestra identidad profunda, de una región que  hasta la fecha teme definirse como una civilización propia y prefiere  insinuarse como una extensión de Occidente. Mário de Andrade quiso hacer  con esta bella y fresca obra una alegoría crítica del Brasil, país que  estaba abandonando, o pretendía entonces abandonar, el desafío de  construir una civilización tropical para emprender rumbos europeizantes.
Este genuino movimiento literario fue rescatado por Darcy al  ingresar a la literatura, aunque el verdadero homenaje a Mário de  Andrade no está en Maíra, novela que ideó mientras convivía con los  indios, sino en Utopía salvaje, cuyo personaje central, el negro Pitum,  es considerado por Darcy un primo de Macunaíma. Ambos comulgan con el  espíritu del Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade. Quizá la  Academia Brasileña de Letras quiso recuperar esta parte de la historia  del arte del país cuando en 1992 invitó a Darcy a integrar sus filas,  aun sabiendo que ninguna academia del mundo podía ponerle un chaleco de  fuerza y quitarle el filo de su humor, por ver en éste el mejor camino a  la verdad.
Darcy empezó a escribir Maíra, su primera obra literaria, en 1969,  estando preso, y la publicó en 1976, a los 54 años, bellamente ilustrada  por Poty. Fue aclamada por la crítica no bien apareció y alcanzó  diecisiete ediciones en Brasil, sin contar las reediciones, y unas diez  traducciones a otras lenguas. Es una novela de hondo contenido trágico,  en la que, si bien por momentos da curso al humor, no se acerca –ni  pretende hacerlo–- a los desopilantes desafueros de Macunaíma. Su base  antropológica está en los kaiowá, pueblo del tronco lingüístico  tupí-guaraní, misionalizado tempranamente por los jesuitas, que logró  luego reconstruir su cultura, aunque no sin las contradicciones  identitarias que genera todo choque cultural. Creían que si danzaban  hasta que el cuerpo perdiera gravedad podrían levitar, alcanzando en  vida la Tierra Sin Mal, o sea, su anhelado paraíso. Se trata de un  imaginario de tanta belleza, que muchos indígenas se suicidaban al verlo  seriamente vulnerado por la expansión de las fronteras de la  civilización.
La novela se desarrolla en tres planos narrativos: el de los dioses,  el de los indios y el de los blancos. Aunque diferenciados por el tono  de la escritura, se integran en un relato coherente. Cabe destacar que  el uso de la primera persona en una deidad como Maíra, introduciéndose  así el narrador en los pliegues de su conciencia divina, es un recurso  muy extraño en la literatura, y a mi juicio excesivo. Maíra contrapone  el mundo indígena y el civilizado, aunque centrándose más en la muerte y  en el renacimiento posible que viene detrás de ella, que en esa vida  concreta a la que apostó siempre Darcy. Y se trata más de una metáfora  de la agonía de un pueblo que de unas cuantas personas, el fin de un  mundo en cuyo legado residen las claves de la salvación de la humanidad,  que pasan por la sana convivencia con la naturaleza.
Alma, una joven de 27 años, luego de perder a su padre y naufragar  en el infierno de la droga, ahogada por el hastío y la falta de sentido  de su vida, va a buscar entre los mairuns del río Iparara la llave de la  felicidad. Es allí embarazada por un indígena llamado Jaguar y muere en  la playa de ese río pariendo gemelos, sin asistencia alguna. La novela  juega de este modo con el mito de los gemelos, que para la cultura  guaraní da origen al sol y la luna, pero con la triste particularidad de  que aquí ya nacen muertos. Otro personaje central es Isaías, un  indígena catequizado que regresa a la tribu para asumir la condición de  tuxaua (cacique) que heredó. Aunque se esfuerza en recuperar sus  antiguos valores, seguirá hasta el final debatiéndose en sus  contradicciones. En cuanto a Jaguar, será luego asesinado por una tribu  rival.
Más allá del interés que me suscitó la lectura de esta obra y la  escritura de algunos fragmentos, coincido con el antropólogo Renzo Pi  Hugarte en que tiene mucho de ensayo novelado, o sea, con demasiadas  concesiones al lenguaje antropológico. Cuenta éste que al cometer el  error de decírselo, Darcy se quedó callado, con un semblante de  tristeza. Al ver el éxito que tuvo después la obra, se convenció  –confiesa– de que no era un buen crítico literario. Pero claro que lo  era, por su nivel de exigencia en lo que hace al lenguaje específico de  la literatura. Yo también alcancé a decirle algo semejante, aunque esto  no desmerece la importancia de un texto tan atractivo como novedoso.
UTOPIA SALVAJE
Pero como dije, no es Maíra la novela de Darcy que recupera con gran  vitalidad la herencia antropofágica del modernismo brasileño, sino  Utopía salvaje. Su personaje central es un negro gaúcho apodado Pitum,  teniente del ejército brasileño que combate en una apócrifa Guerra  Guayana, hasta que una espesa bruma lo aísla de pronto de esa realidad y  lo sumerge en el legendario mundo de las amazonas, las belicosas  mujeres que instauraron una sociedad sin hombres. Son las icamiabas,  tribu de la que fray Gaspar de Carvajal (el apellido de Pitum es también  Carvajal) dejó una interesante crónica en el libro de bitácora de la  expedición de Francisco de Orellana, cuando en junio de 1541 se  encontraron con ellas en la desembocadura del río Jarundá. En su aldea,  Pitum es sometido al duro oficio de procreador único, por lo que debía  "trabajar" la noche entera, sin que se le permitiera la más mínima  elección en cuanto a mujeres y posiciones y sin descanso alguno. Y así  estuvo un buen tiempo, convencido de que cuando se cansaran de él lo  comerían, al mejor estilo antropofágico. Pero estas legendarias  guerreras al final lo expulsan por flojo y cobarde, desdeñando esa carne  de color tan extraño, lo que fue para él el mayor de los desprecios.
En esta novela vemos un Darcy divertido y profundo, a la vez  visionario y racional, polémico y deleitable, antropofágico e idílico, o  sea, tal como él era de verdad: picaresco, surrealista, desbordante,  consciente de que para revolucionar la realidad hay que empezar  consternando, dándola vuelta para que se vean sus vetas miserables. Se  alimenta del pasado, pero desde él salta ágilmente a la utopía, a una  utopía brasileña llena de risa y también de sombras, de pesimismo y de  esperanza, aunque a diferencia de Maíra, se impone aquí la vida, la  sensualidad, una sexualidad desaforada que nos remite por momentos al  clima de Las mil y una noches, aunque el lenguaje parece redimido por un  manto de inocencia anterior a la caída en la razón y la moral. Una  filosofía que tiene la sublime y refinada malicia de lo popular, donde  las cosas se dicen como si no tuvieran segundas o terceras intenciones.  Un lenguaje que se mueve en la punta de los témpanos, ocultando bajo la  superficie una multitud de sentidos aviesos. Por momentos toma verdadera  distancia de las ciencias sociales, explorando todo el potencial  comunicativo de la ficción, pero en otros se deja atrapar por ellas y se  estira en explicaciones, más preocupado en informar sobre una realidad  disparatada que en crearla mediante los artilugios del lenguaje, que es  lo propio de la literatura. El autor se entromete a menudo en la  lectura, un recurso muy efectivo en lo literario por su carga de ironía,  lo que hace tanto con el ojo del antropólogo como el del sentido común,  que es el sentido del común. Explora así, al igual que Mário de  Andrade, las posibilidades narrativas del mito y la leyenda, saltando  desde la farsa desopilante al ensayo y el panfleto. Su humor agudo  trasciende el juego y la parodia, para definirse como una filosa  reflexión sobre Brasil y América latina.
Darcy declara a Pitum primo de Macunaíma, aunque este último  constituye una especie de personaje mítico que se aproxima al concepto  antropológico del héroe civilizador, mientras que Pitum carece de ese  perfil. No obstante, ambos cuestionan, con el arma feroz del ridículo,  los mimetismos y reverencias a lo ajeno. Cumplen así, sin proponérselo,  un papel descolonizador por el lado de la risa, pues convergen también  en esta brecha mitos serios, como el de la cabeza de Inkarrí, el último  inca, que recogiera Arguedas en los Andes. La risa opera así como un  blindaje simbólico que torna a un alma inconquistable.
El lenguaje literario de ambas obras es a la vez culto y popular. Si  bien parte del habla de las distintas regiones de Brasil, está  impregnado desde un comienzo por artificios eruditos, que buscan casi  siempre reírse de esa falsa erudición, del complejo de superioridad de  quien, al asimilar el discurso colonizador, se convierte en un ilustre  colonizado. Una erudición llena de barbarismos, y una barbarie que  destila sabiduría a través de su humor corrosivo y de eso que llama  Darcy una "oralidad deliciosa", cuyos ríos y arroyos acumulan y refunden  los imaginarios populares de distinto origen, desde el de las tribus  más primitivas al de grandes ciudades como San Pablo. Satirizar el mal  remedo de lo ajeno es despejar el camino de nuestra diferencia.
FINAL CON GUIMARAES
El modernismo brasileño al que Darcy homenajea mostró un verdadero  interés por la antropología y el folklore, como contrapartida a los  estudios de la cultura clásica europea en que se afanaban sus colegas  hispanohablantes. Cabe destacar, para entender mejor esta propuesta, que  en los años '20 no se daba aún el debate entre el "arte comprometido" y  el llamado "arte puro", que llegaría poco después, obligando a tomar  partido.
Aunque sin estirarse en comentario alguno, Oswald de Andrade dató su  Manifiesto antropófago en el año 374 de la Deglución del Obispo  Sardinha, injuria al cielo, cabe explicar, perpetrada por los tupinambá  de la bucólica isla de Itaparica. Darcy Ribeiro recoge este dato con  malicia y le da una dimensión política, al afirmar que toda civilización  que se precie de tal debe tener su propia hégira, y no someterse a  calendarios ajenos. Propone en consecuencia oficializar esta propuesta  poética de Oswald, hallando particularmente significativo que el primer  obispo enviado por Portugal para llevar la Verdad revelada a esa tierra  de salvajes hallara una muerte tan atípica, aunque no carente de un alto  significado ni de la ritualidad que hace a lo sagrado. En su célebre  manifiesto, Oswald se pronunciaba "contra todos los importadores de  conciencia enlatada" y por una Revolución Caribe, que sería a su juicio  mayor que la francesa. O menos farisea, añadiría por mi cuenta, pues  bien sabemos cómo ésta concilió los derechos del hombre con la  esclavitud y el colonialismo. Esa Revolución Caribe vaticinada por él no  quedó en el reino de la fantasía, pues se concretaría luego en Cuba.  "Sin nosotros Europa ni siquiera tendría su pobre declaración de los  derechos humanos", dispara Oswald, seguro de sí.
Contra lo que puede pensarse, el modernismo brasileño estaba lejos  de abrazar la causa del regionalismo. Mário de Andrade ataca duramente  esta corriente que se manifestaba "con una frecuencia que espanta" en la  literatura y la pintura, salvando algunas excepciones, como Tarsila do  Amaral. En febrero de 1928, año en que editó Macunaíma, escribe:  "Regionalismo es pobreza sin humildad. La pobreza que proviene de la  escasez de medios expresivos, de la cortedad de las concepciones, del  caipirismo. Pura comadrería. En nada contribuye a la conciencia de la  nacionalidad. Antes la ensucia y empobrece, sustrayéndola a otras  manifestaciones, y en consecuencia a la propia realidad".
En ese año 1928, en el que la gente voceaba en las calles a Getúlio  Vargas, este movimiento refinado anunciaba, o directamente creaba, un  nuevo estado del espíritu nacional, un lento camino de salida de las  reverencias del colonizado hacia la búsqueda y afirmación de lo propio,  que produjo los mejores frutos artísticos del siglo XX, y ya en este  siglo XXI, en lo político. El mensaje que nos dejó Mário de Andrade en  1942, reza: "Dedíquense o no al arte, las ciencias, los oficios. Pero no  se limiten a eso como espías de la vida, camuflados de técnicos en  vida, viendo pasar a la multitud. Marchen con la multitud". O sea, no se  olviden de la historia.
Decía Darcy en un reportaje que salió de Minas Gerais a los  veintitantos años, pero que Minas nunca salió de él, pues la cargó  siempre en su pecho. Y derivando para probar esto por páginas de sus  novelas El Mulo y Migo, que recrean el mundo de su infancia y  adolescencia, saltó de Montes Claros hacia otro pueblo próximo,  Cordisburgo, donde nació el más grande de los mineros, por ser el autor  de una novela que está entre las obras literarias más importante que  produjo en América latina en el siglo XX. Me refiero por cierto a  Guimaraes Rosa y ese monumento de las letras que es Gran Sertón:  veredas.
Darcy experimentó una gran admiración por él, deslumbrado por la  belleza de la recreación que éste hiciera del habla de su abuela, un  portugués cargado de erudiciones y hasta con palabras latinas. Sobre  todo le costaba creer que hubiera podido escribir algo así estando, por  sus misiones diplomáticas, diez años ausente de esa tierra, lo que daba  cuenta no sólo de sus dotes literarios, sino también de una memoria  prodigiosa. "Para mí –dijo–, Guimaraes Rosa fue una especie de lección  formidable de cómo hacer literatura." Claro que una literatura  inimitable, porque surgía de adentro de él, como la reconstrucción  literaria de una memoria profunda y muy personal.
Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4584-2012-02-27.html
--
MV

No hay comentarios:
Publicar un comentario
En +Antropología estamos sumamente agradecidos de tu participación y comentarios, además de invitarte a contactarte directamente con nosotros a través de nuestro Correo electrónico masantropologia@gmail.com o nuestro Twitter @MasAntropologia. Si deseas que publiquemos algo de tu autoria o recomendación, por favor, haznoslo llegar por estas vías, con tus datos de contacto. Lo integrantes del grupo revisaran tu información a la brevedad posible para su debida publicación. Gracias por seguirnos y colabor con este proyecto de difución Antropológica.