Internet, google y el cerebro humano
He aquí uno de los temas preferidos de los estudiosos
norteamericanos de muy distinto signo, el de los efectos cognitivos o
cognoscitivos de los nuevos medios de comunicación y, en especial, de
algunas de sus herramientas, sobre todo de Google. El debate lo retomó
este verano Peter Murray en singularityhub en los siguientes términos (más o menos):
Dice Murray que la discusión ha recibido recientemente una saludable dosis de datos científicos, citando en particular un informe previo
de Universidad de Columbia sobre cómo nuestra dependencia de Google a
la hora de buscar información ha cambiado nuestra forma de pensar.
El estudio recoge una serie de experimentos que constatan la cantidad
de personas que, en lugar de recurrir a su memoria, dependen de la
información fácilmente disponible. En un primer experimento, a unos
estudiantes se les pedía que indicaran si unos enunciados eran
verdaderos o falsos tras haberles presentado una serie de palabras
coloreadas y tener que enlazar cada palabra con su color. Por lo
general, los tiempos de reacción para esta tarea son más lentos si la
palabra se relaciona con lo que la persona está pensando -si la pregunta
remite a un avestruz, vincular “pájaro” con su color supondría más
tiempo que hacer lo propio con una “escalera”, por ejemplo.
Curiosamente, se encontraron con que los tiempos de reacción para las
palabras relacionadas con Internet, tales como “Google” o “Yahoo”, tiene
tiempos más lentos de reacción, lo que indica que los estudiantes
estaban pensando en buscar las respuestas en línea. Cuando se nos
presenta cualquier cuestión de hecho, usar Google es ahora un instinto
humano.
La siguiente serie de experimentos demostraron que la memoria de los
estudiantes se resentía si se les decía que todo lo que aprendieran se
guardaría en el ordenador, como si se resistieran a “guardar” los datos
en su propia memoria si ya se almacenaban en la de la computadora. Pero
entonces sucedió algo interesante. A pesar de que no podían recordar
los hechos, recordaban muy bien las carpetas del ordenador en las que
habían guardado los hechos. Betsy Sparrow, autora principal del estudio,
lo resumió diciendo que los estudiantes “eran mejores recordando dónde
se almacenaba la información que recordando la información en sí”.
Roddy Roediger, psicólogo de la Universidad de Washington en St. Louis, dijo en un comentario
al estudio , “… no hay duda de que nuestras estrategias en el
aprendizaje están cambiando. ¿Por qué recordar algo si sé que puedo
verlo de nuevo? En cierto sentido, con Google y con otros motores de
búsqueda podemos ceder a las máquinas algunas de nuestras demandas de
memoria”.
Descargar … memoria … las máquinas. Suena a ciencia ficción, excepto
que no es ficción. Que es real. Hoy en día vivimos en un mundo donde los
ciudadanos tienen acceso y están expuestos a una cantidad asombrosa de
información. Flujos de información nos bombardean desde todas las
direcciones: …. Y todo lo que echamos de menos lo podemos capturar con
nuestros teléfonos inteligentes mientras comemos. Este aluvión
informativo sin precedentes presenta varios retos: decidir qué
información es relevante, cuál es fiable y cuándo decir basta. Algunos
expertos han apuntado a Internet como el principio del fin de la
reflexión cualitativa. Incluso antes de Internet, el novelista Michael
Crichton se refirió a la era de la información como edad de la
desinformación. Más recientemente -y con mayor énfasis- el periodista Nicholas Carr parece haber dedicado su vida a difundir el evangelio del mal de Internet. Su último libro, Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, fue finalista del Premio Pulitzer. (…) Hay otras personas que no son tan ligeras a la hora de etiquetar a la
nueva generación. El año pasado, el neurocientífico cognitivo Steven
Pinker, de la Universidad de Harvard, escribió un artículo en el New York Times
que aludía al creciente pánico por el trastorno por déficit de atención
con hiperactividad, inducido por internet. Su mensaje básico era el de
relajarse, porque hemos escuchado todo esto antes: “La imprenta, los
periódicos, los libros de bolsillo y la televisión fueron todos a su vez
denunciados como amenazas a la capacidad intelectual de sus
consumidores y a su fibra moral”. Un desacuerdo fundamental entre
Pinker y Carr es el de la maleabilidad del cerebro. Aunque Carr escribe
que “el cerebro humano es casi infinitamente maleable”, Pinker indica,
casi como respuesta, que “los críticos de los nuevos medios a veces usan
la misma ciencia en favor de su caso, citando una investigación que
muestra cómo la experiencia puede cambiar el cerebro. Pero los
neurocientíficos cognitivos ponen los ojos en tal conversación. Sí, cada
vez que aprendemos un hecho o habilidad, el cableado del cerebro
cambia, no es como si la información se almacenara en el páncreas. Pero
la existencia de la plasticidad neuronal no significa que el cerebro sea
una masa de arcilla moldeada por la experiencia”. Basta con decir que”
la experiencia no rehace las capacidades del cerebro para el
procesamiento de la información básica”.
Tal vez te sorprenda saber que el coeficiente intelectual de la raza
humana está aumentando con el tiempo. Somos cada vez más inteligentes a
pesar de las nuevas y perniciosas distracciones: MTV, juegos de video,
Twitter, Facebook, buscar en Google … Pinker admite, sin embargo, que
debido a que tenemos Twitter, Facebook y el mundo en la mano a través de
Google, hay un impulso allí donde antes no existía. Al igual que los
estudiantes que instintivamente querían estar conectados cuando se les
preguntaba acerca de un avestruz, llevamos nuestras preguntas al gran
oráculo que todo lo sabe, Google oráculo. ¿Y eso es algo malo? Yo digo que no, concluye Peter Murray. Sí, nuestras estrategias
cognitivas estan cambiando, pero yo digo que es algo bueno. Está claro
cómo la tecnología cambia nuestra vida física, menos claro está cómo
cambia nuestra vida mental. ¿Cuándo fue la última vez que memorizamos un
número de teléfono? Cuanto más se pueda descargar nuestro trabajo
cognitivo en los equipos, tanto mejor. Es lo que el neurocientífico
Rodolfo Llinás señalaba al indicar que la conciencia humana se extiende a
los ordenadores. Asimov predijo que los ordenadores un día nos
liberarían de lo trivial, de los número de teléfono como hechos, y
dejarían la mente libre para ejercer su función más elevada: la
creatividad.
Será interesante ver lo qué otras peculiaridades cognitivas inducidas
por la tecnología revelan estudios como el de Columbia. Yo, por
ejemplo, lo aguardaré con expectación, sin temor. Ahora que lo pienso, a
lo mejor ya ha salido algo nuevo. Voy a comprobarlo en Twitter!
FUENTE: Blog clionauta.wordpress.com- Archivo septiembre 2011- Posted by Anaclet Pons en septiembre 28, 2011
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