"La Pluralidad es Nuestra Carta de Presentación"

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Nada se parece más al pensamiento mítico que la ideología política. Levi Strauss


martes, 4 de octubre de 2011

La antropología frente al 'Triángulo de las Bermudas'



Lecciones de una transformación silenciosa...

La antropología frente al 'Triángulo de las Bermudas'

Esteban Krotz
LAISUM. - México




Un auténtico Triángulo de las Bermudas amenaza la existencia de la antropología mexicana (y, al parecer, también de aquellas disciplinas sociales y humanas tradicionalmente más orientadas por metodologías cualitativas que por cuantitativas así como de aquellas tanto o más interesadas en aportar conocimiento necesario para la solución de los principales problemas del país y del continente como en participar en el debate científico-social mundial).
Desde hace algún tiempo los elementos que forman los tres lados de dicho Triángulo antropologifágico han estado produciendo una paulatina y silenciosa, pero sumamente efectiva metamorfosis de esta ciencia social.1


Primer lado: la burocracia digitalizada

El primer lado del Triángulo devorador de la antropología es la burocracia. Siempre ha habido quejas de los científicos con respecto a sus delirios reguladores y homogeneizadores y a su resistencia en cuanto a consideraciones académicas. Recientemente, esta burocracia ha encontrado en la tecnología digital la posibilidad de potenciar enormemente su capacidad destructora.

A primera vista, la información que exigen los aparatos llamados "administrativos" a los antropólogos sobre lo que hicieron, están haciendo y piensan hacer, es la de siempre, solamente que ahora es requerida en formatos digitales, en línea y con ritmos más apresurados y cada vez menos flexibles. Pero una mirada más detenida descubre pronto que a través de las nuevas formas de exigir planes, justificaciones, reportes y proyecciones a futuro, el sistema administrativo impone una determinada manera sustantiva de hacer antropología – y ésta es la hipótesis fundamental que vale para los tres lados y para el Triángulo como tal. A través del aparentemente neutro mecanismo de recopilar datos sobre las actividades académicas se expande un modo único de llevar al cabo la investigación científica y de enseñar la disciplina académica, un modo único de idear y confeccionar publicaciones científicas, un modo único de concebir, conducir y evaluar cursos de grado y de posgrado, un modo único de desarrollar tutorías y prácticas de campo, un modo único de estructurar tesis y eventos académicos. 

Los formatos digitales reducen los grados de libertad del investigador

Un momento propicio para observar esta forzada adecuación de la academia al modo de pensar –valga la metáfora– de la administración, es cuando los investigadores conciben los resultados de su investigación ya no en términos científicos (y mucho menos de responsabilidad social más amplia), sino en términos de cómo se verán en el informe, el cual servirá no tanto para informar, sino más bien para pasar la "certificación" pendiente de la "calidad" de estos investigadores, de la de su grupo de trabajo (que a menudo ha sido impuesto desde afuera y desde arriba), de la dependencia o institución, cuyos directivos suelen ser los principales transmisores de las políticas federales correspondientes, pues éstas últimas están ligadas cada vez más al otorgamiento del financiamiento a las universidades e instituciones académicas, formalmente autónomas o no.

Segundo lado: el ciencia-naturalismo hegemonizado

Tan lejos como la llamada "racionalidad" burocrático-administrativa se halla de la racionalidad científico-social, se encuentra también el segundo lado del Triángulo que amenaza con engullir a la antropología en su forma actual, a saber, la hegemonización de los procesos de generación del conocimiento habituales en las ciencias llamadas naturales o exactas. Éste ha sido un problema desde el siglo XIX, pero la actual fase de la globalización lo está agigantando.

Un elocuente ejemplo actual de esta hegemonización es la exigencia cada vez más vehemente de "trabajar en colectivo". En sí, esta exigencia no tiene nada de criticable: toda la ciencia es una actividad colectiva. Pero dicha exigencia no solamente no toma en cuenta las particularidades de las ciencias sociales y humanas, sino que pretende imponer un tipo único de "trabajar en colectivo", cuyo modelo proviene de otra clase de disciplinas científicas (si no es que de plano de la organización fabril).

Tal vez esto sea menos visible en aquellas ciencias sociales y campos temáticos donde los métodos cuantitativos tienen una incidencia mayor y también en aquellas áreas de la antropología, donde el trabajo de campo es sustituido por la ocasional "vuelta al campo", el envío de ayudantes al mismo o por la aplicación de encuestas. Pero donde la pausada y reiterada interacción personal del investigador con miembros de los grupos o sectores sociales por estudiar es central para la generación de la información, y donde el proceso altamente personal de escribir es componente fundamental del análisis, las modalidades del "trabajo colectivo" no son las de las ciencias naturales con sus laboratorios y salas de dibujo, sus granjas y campos experimentales. En esta antropología siempre hay fases de trabajo solitario que se intercalan en momentos cambiantes con fases de interacción diversa con colegas y/o estudiantes e incluso con especialistas no académicos. Las características de estas fases y su alternancia derivan, ante todo, de los elementos que distinguen la ciencia antropológica profundamente de las ciencias naturales; entre ellos están las miradas etnográfica y etnológica fuertemente marcadas por el contexto sociocultural de la generación de la información; la estructura de personalidad del investigador/autor y su manejo idiosincrático de la lengua; la peculiaridad y la dinámica de los idiomas en que se interactúa con los estudiados, se analiza y escribe; las consecuencias del hecho que los individuos bajo observación son congéneres del estudioso y no materia inerte, bacterias, plantas o animales; la eterna dificultad metodológica para delimitar analíticamente tiempos, espacios y relaciones sociales que cuentan con pocos límites "naturales"; la irrepetibilidad del proceso histórico del mundo sociocultural y la muy reducida posibilidad del investigador de manipular su curso.  

Trabajar en colectivo, ¿como en Toyota?

Por otra parte, es bien sabido que costumbres tradicionalmente recurrentes de trabajo colectivo en antropología a menudo no son reconocidas como tales por especialistas de las ciencias autoproclamadas "duras" y, menos aún, por empleados administrativos. Por lo que la consolidación de organizar impositivamente la investigación en colectivos llamados en rara analogía (¿fisiológica? ¿militar? ¿arquitectónica?) "Cuerpos Académicos" parece menos un intento apropiado de "sinergizar" la investigación individual que un formidable instrumento de control sobre los temas de investigación, amén de privilegiar la investigación reiterativa y rutinaria sobre la innovadora e intelectualmente arriesgada.

Otro ejemplo de la proliferación impuesta de un modelo cuya pertinencia no puede ponerse en duda para ciertas disciplinas científicas, pero que no es el tradicional de la antropología, se observa en el campo de las publicaciones. Así, por ejemplo, el libro de autor (que, para valer la pena, suele necesitar años de gestación), el volumen colectivo (siempre que no sea una "memoria" con o sin evento previo y tan rápidamente embonado como olvidado) o un artículo en un número monográfico de una revista, son resultados típicos de las ciencias sociales y cuentan, además, en todo el mundo con la clara preeminencia de la autoría individual. Por otra parte, es sabido que buena parte de las publicaciones en ciencias sociales y humanas se dirige con cierta frecuencia no únicamente al gremio de los especialistas en la disciplina o el tema, sino a veces ante todo, a la ciudadanía en general o a quienes toman las decisiones sobre sociedad y cultura.

Tercer lado: el modelo gerencial neoliberal

El tercer lado del Triángulo disipador de la identidad de la antropología –sin que el gremio u otros sectores de la comunidad científica hayan podido siquiera opinar al respecto– es la "nueva universidad" que, según Pablo González Casanova, lleva tiempo gestándose bajo el cobijo de la ideología neoliberal y ya se ha convertido en realidad palpable, aunque sus consecuencias están ensanchándose constantemente.

El núcleo de este esquema de organización académica es la pretensión de que las universidades funcionen como empresas lucrativas o parecidas a las empresas lucrativas y, en todo caso, con criterios de administración, financiamiento, planeación y evaluación de empresas lucrativas. Este "mercadocentrismo" no solamente implica la conversión de las actividades académicas en mercancías, sino que toda la operación de las universidades tenga como horizonte los valores y procedimientos propios del mercado.

Universidad, S. A.


Más claramente que los dos lados anteriormente caracterizados del Triángulo antropologifágico, la consolidación de su tercer lado ha sido preparada y acompañada por un paulatino y sigiloso cambio de lenguaje. Éste no se agota en la aparición sincronizada de las ahora omnipresentes retóricas sobre "misión, visión, valores" y los talleres sobre "debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades"; cada vez más campos semánticos se encuentran permeados por vocablos procedentes del lenguaje propio de la administración de empresas, desde sinergia hasta responsabilidad social y ecológica, y desde producto y productividad hasta control de calidad y rendimiento, desde competitividad y accountability hasta tasas de eficiencia y porcentaje de recursos financieros propios…

¿Acaso no resulta revelador el cambio lingüístico observable en unos pocos lustros con respecto al sector humano clave –el único realmente imprescindible– de la universidad? Al inicio de la expansión del sistema universitario mexicano eran llamados "profesores", y algo después se hegemonizó el término "profesores-investigadores", en aceptación y como refuerzo de la idea de que la universidad –y en México, especialmente la universidad pública– tiene como tarea central la generación de conocimiento científico nuevo, sin el cual degeneraría en piso "superior" de un único edificio escolar dedicado al discplinamiento ciudadano y de fuerza de trabajo, que empieza con la educación pre-escolar. Muchos recientemente posgraduados soñaban entonces con iniciar de tiempo completo una aventura intelectual creativa dedicada al universo de su disciplina y a la enculturación de jóvenes al mismo. Pero al poco tiempo tuvieron que darse cuenta que se habían convertido en partes integrantes de un estamento social indiferenciado llamado "personal académico" (donde, además, las diferencias de "asistente, "asociado" y "titular" ligadas a funciones diferentes, se habían vuelto simples diferencias salariales). Posteriormente, hasta la referencia a la persona desapareció de su conceptualización, y se veían reducidos a simples "recursos humanos", intercambiables como una especie de técnicos docentes en función de algún "módulo" de un programa de estudio x que les era "asignado". Actualmente se hace referencia a ellos como "capacidad académica instalada" y "capital humano", destinado a generar réditos aceptables según el juicio de determinadas empresas certificadoras, seleccionadas y pagadas por la misma institución a la cual deben acreditar… Completa el cuadro empresarial la ausencia en la mayoría de las universidades, de organizaciones estudiantiles, profesionales y sindicales democráticamente organizadas, de defensorías de derechos universitarios, de procesos de designación de autoridades y ejercicio presupuestal realmente participativos y transparentes y el afán cada vez menos encubierto por volver las actividades académicas financieramente rentables.

¿Acomodamiento al Triángulo o reinvención de las ciencias sociales en América Latina?

Que el Triángulo descrito no obra únicamente en México, lo ha puesto recientemente de relieve el multicitado discurso de la estudiante de geografía y líder estudiantil chilena Camila Vallejo, en donde afirma que "hoy la Universidad es cada vez más un proyecto sin otro norte que no sea el que le señala el mercado; a la educación superior se le ha puesto precio y nuestras universidades son medidas por criterios industriales de producción como si fueran una empresa más dentro del esquema productivo de la nación…".

Tal vez la hipótesis del Triángulo de las Bermudas aquí esbozada parezca exagerada. Pero es difícil de negar que el sistema de investigación científica y tecnológica y de educación superior se encuentre en una transformación nacional e incluso regional y continental de envergadura. Así, a la investigación científica y tecnológica se le ha agregado a últimas fechas el término "innovación" y tanto la investigación como la enseñanza suelen auto-calificarse de genéricamente justas, ecológicamente sustentables e interculturalmente respetuosas, pero eclipsando cuidadosamente cualquier referencia a la eliminación de la pobreza, el combate a la corrupción o la construcción de relaciones sociales donde no haya ciudadanos insignificantes ni sumisos. ¿No necesitaría ser analizada urgente y sistemáticamente esta transformación en el seno de las instituciones que generan y reproducen y enseñan un tipo de conocimiento que se distingue de otros –el menos, en teoría– por su alto grado de crítica, de auto-reflexividad y de control de su generación y validación? La antropología podría aportar aquí su tradicional crítica de los etno-, socio-, crono-, clase-, género-, época- y civilización-centrismos y de fetichismos como los de la rentabilidad, del productivismo y de la reducción del análisis social al entrenamiento técnico "útil" para los propósitos de un empleador.

El que la antropología no solamente genera información fascinante y ensayos de explicación intelectualmente atrayentes de la realidad sociocultural, sino que sus análisis basados en la inextinguible diversidad del multiverso humano sirven también para explorar vias concretas para modificar de raíz el desorden social vigente, podría ser otra motivación más para emprender este análisis cuanto antes. Boaventura de Sousa Santos, recientemente galardonado en México, lo formuló hace poco así: "Reinventar la emancipación social quizás nos obligue a repensar toda la cuestión del conocimiento".

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1En lo que sigue, se hace referencia casi exclusivamente a la problemática de la investigación; la argumentación y ejemplificación más detallada y las consideraciones referentes a la educación superior se encuentran, al igual que las fuentes correspondientes, en el artículo "Las ciencias sociales frente al 'Triángulo de las Bermudas': una hipótesis sobre las transformaciones recientes de la investigación científica y la educación superior en México", publicado en el número 1  de la Revista de El Colegio de San Luis, Nueva Época, enero-junio 2011. El texto se encuentra disponible en:http://www.colsan.edu.mx/revistacolegio/archivos/revista01.pdf.
* Universidad Autónoma de Yucatán / Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
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Carolina Barreiro
Presidente de +ANTROPOLOGÍA
Grupo de Extensión Universitaria
Antropólogo en Proceso de Formación - Antropología UCV
Pasante de la Biblioteca "Ramon A. Villaroel" EAC-UCV
Twitter: (@MCBarreiro) (@MasAntropologia)
"Para que  algo sea creado,
se debe entregar algo de igual masa y valor,
en función de la equivalencia de intercambio"
1era Ley de la Alquimia. Equivalencia de intercambio.


"El medio más fácil para ser engañado
es creerse más listo que los demás." 

Francois de La Rochefoucauld

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