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"La Pluralidad es Nuestra Carta de Presentación"
La Pluralidad es Nuestra Carta de Presentación Nada se parece más al pensamiento mítico que la ideología política. Levi Strauss
lunes, 28 de noviembre de 2011
Claude Lévi-Strauss - Su Obra Hoy, Desde el "Nosotros"
Cuando los editores de Anthropologika nos solicitaron autorización para reproducir en su revista, a manera de guía de lectura, el programa del curso que en el centenario de su natalicio habíamos dedicado a la obra de Claude Lévi-Strauss en la Escuela de Antropología de la Universidad Nacional de Salta no pudimos menos que sentirnos elogiados. Sin embargo, nos pareció que reproducirlo tal cual estaba, sin algunas notas que lo pusieran en su contexto, podría dar lugar, eventualmente, a interpretaciones no deseadas.
Organizado como si fuera un seminario, e inserto excepcionalmente como el primero de tres módulos en una materia curricular, exigía de los asistentes conocimientos previos no sólo sobre teoría e historia de la antropología, en particular sobre la escuela francesa, sino también sobre filosofía y lingüística, de manera tal que quien no pudiera cumplir con estos requisitos vería recargados sus esfuerzos a la hora de tratar de establecer ciertas relaciones.
El homenaje a quien probablemente fue el antropólogo más importante del siglo veinte brindaba la excusa perfecta para volver sobre preocupaciones que habían quedado inconclusas hacía ya casi tres décadas y que por un motivo u otro se obstinaban en desaparecer. En nuestros años de estudiante habíamos tenido la fortuna de contar entre nuestros formadores a uno de los compañeros de viajes de Lévi-Strauss, y lo que comenzó siendo una relación entre maestro y discípulo pronto se convertiría en una amistad que dio lugar a la cesión de materiales que muy poca gente conocía y que a veces ni siquiera se habían publicado. Pero más que las cartas, las fotografías y los fragmentos de película -que vistos hoy revelan en los rostros y en la prosa el por qué de aquella famosa frase: “odio los viajes y los exploradores”-, estaba la cuestión de qué realmente aportó su obra y qué resultaría hoy de seguir los meandros de su período más creativo; aquel que abarca desde el retorno de Brasil hasta fines de los años cincuenta.
Este curso examina, básicamente, los desarrollos conceptuales de esa época, momento en que es más clara que nunca la influencia de determinados pensadores, y en la que se encuentra profundamente avocado a tratar de resolver, en un mismo marco, y etnología mediante, las voces contradictorias que hablan en su mente.
Aunque confesamente alejado de la filosofía por las reservas que le despertaban las tendencias imperantes en sus años formativos, mucho tiempo después habrá de admitir que entre línea y línea de sus análisis no sólo salían a luz racionalidades ocultas. En este sentido, Tristes Tropiques por ejemplo es una obra curiosa. Por un lado, tratado teórico disfrazado de etnografía. Por otro, momento de catarsis de alguien cuyas certezas más taxativas no hacen sino ocultar, a modo de mecanismo de defensa, los fantasmas con los que lucha su inteligencia. Clásico innegable del más rancio estructuralismo es, al mismo tiempo, un libro personal preñado de subjetividades: olores, sabores, impresiones, nostalgias, desencantos. Pudo ser escrito en pocos meses sólo tras un proceso que en realidad llevaría diez años. ¿Qué había ocurrido en todo ese tiempo?
Fragmento de una filmación realizada por Dina y Claude Lévi-Strauss
en la aldea de Nalike en Sierra Bodoquena, Estado de Mato Grosso, entre
diciembre de 1935 y enero de 1936. En aquel entonces fue auspiciada por
el Departamento de Cultura del Municipio de San Pablo, que cedió a sus
autores una copia para su propio uso, misma que después facilitaría el
propio Lévi-Strauss en ocasión de una entrevista que le realizara
Bernard Pivot a propósito de Tristes Trópicos y de lo que significa la
experiencia etnográfica. Hacia el final, el rostro del etnógrafo delata,
en parte, los estados anímicos que después se volcarían en aquella
famosa frase: “odio los viajes y los exploradores”.
Quienes asisten a nuestras materias suelen preguntar qué queda o qué quedará de todo lo escrito por Lévi-Strauss. Dar una respuesta así es difícil. Y más si no se comparte el canon establecido por el imaginario disciplinar respecto a que todo se resume en dos cosas: una temprana y afortunada transposición metodológica y la obstinada obsesión de un prosaico profesor parisino por buscar por doquier oposiciones binarias. Si así fuera, sencillamente hace tiempo que se le habría olvidado.
Cansados de posponer una y otra vez esta respuesta, y de meramente devolver un gesto falto de compromiso, enhebramos finalmente una serie de temas en cinco sesiones que esperábamos -a buen entendedor- pudieran satisfacer lo que se nos solicitaba. Intentaríamos proponer que aquello por lo que Lévi-Strauss será rescatado no es la vulgata de difusores y comentaristas, sino más bien lo que ha quedado a salvo de los actos de fe que este tipo de simplificaciones generalmente demandan.
Esto deja atrás -claro- las interpretaciones que se basan fundamentalmente en un Lévi-Strauss tardío; y obliga a concentrarse específicamente sobre cosas escritas no tanto en los sesenta y los setenta, cuando ya lo esencial estaba dicho, sino más bien en libros y artículos anteriores cuya riqueza y complejidad no es menor.
Tomando como base algunas cuestiones tratadas en un antiguo intercambio epistolar con la rue des Marronniers decidimos que lo esencial podía resumirse en unos pocos puntos: la necesidad de ver lo social como un hecho semiótico; que todo hecho semiótico implica una doble dimensión -aquello que lo hace universalmente posible y aquello que lo hace particularmente eficaz-; que es la experiencia social la que provee la materia significante; y que si bien no hay sujeto en el sentido kantiano clásico (algo que Ricoeur ya le había señalado y Lévi-Strauss aceptado) la cuestión del sentido y los intereses mismos de la antropología, a la que no conciernen tanto los individuos como los colectivos, obliga de todas maneras a volver sobre el particular.
Esto deja atrás -claro- las interpretaciones que se basan fundamentalmente en un Lévi-Strauss tardío; y obliga a concentrarse específicamente sobre cosas escritas no tanto en los sesenta y los setenta, cuando ya lo esencial estaba dicho, sino más bien en libros y artículos anteriores cuya riqueza y complejidad no es menor.
Quienes busquen en el temario y en la bibliografía que a continuación se ofrecen una panorámica completa de la producción levistraussina seguramente se verán defraudados. Quienes pretendan una confirmación de lo más remanido, también. Lo que hallarán en todo caso es una propuesta de lectura sobre aspectos de su obra que generalmente son soslayados. ¿Cuántos analistas han dedicado su tiempo a un texto decididamente clave como la Introduction à l’oeubre de Marcel Mauss? Diríamos que muy pocos. En la República Argentina sólo rescataríamos un nombre, el de Jorge Belinsky. ¿Cuántos han recalado en el proyecto encerrado allí? Menos aún. Y los pocos que lo han hecho generalmente omiten aquel hermoso pasaje en el que nuestro autor refiere a que las cosas no han podido ponerse a significar progresivamente. Que una vez que algo tuvo sentido, todo lo tuvo. Pasaje elucidatorio para poder discutir después sobre la presencia y relevancia de este concepto en instancias ulteriores. Pasaje que no es otra cosa, además, que una traducción de la hipótesis previamente planteada en Les structures élémentaires en torno a que lo social no es más que un gran fenómeno semiótico. El estado de sociedad es posible o se torna “realidad” a partir de ese “corte” que permite diferenciar lo permitido de lo prohibido. ¿No fue acaso esto lo que impresionará tan profundamente a Lacan?
Claude Lévi-Strauss con Capitán Julio
Cuando se apunta a que el estructuralismo se desentiende del sentido, lo primero que habría que preguntar es qué sentido se está dando a la palabra sentido en tan tajante afirmación. E interrogar de inmediato sobre por qué hubo entonces necesidad de trabajar la noción de eficacia a la par de la de función simbólica. Desde tiempos de estudiante Lévi-Strauss había venido leyendo profusamente a Freud, y no pudo extrañar entonces la aparición de Le sorcier et sa magie, L’efficacité symbolique y Sorciers et psychanalyse. Pero el asunto allí no se resume en comparar y oponer chamanismo y psicoanálisis, sino advertir sobre que el sentido es algo más profundo que el mero significado. Es algo que al momento que opera en nosotros al mismo tiempo nos evade. Como el analista, el antropólogo está allí para dar cuenta de cómo, tomando materia de la experiencia, una sociedad ha elaborado históricamente una sintaxis que sin lugar a dudas “vive”, pero que en ese vivir no puede alcanzar intelectivamente.
Más que el binarismo al que usualmente se alude, esta oposición es verdaderamente interesante. La filosofía alemana de la primera mitad del siglo veinte había introducido una distinción similar. Nuestra existencia es aquello a lo que estamos arrojados y nos constituye, y en tanto así ocurra es indubitablemente nuestra realidad. Las cosas simplemente tienen sentido porque son, pero no reflexionamos sobre cómo, o a través de qué, tal cosa resultó así. Cuán alejado estaba realmente Lévi-Strauss de aquellas filosofías de las que decía recelar cuando se vio en la necesidad de distinguir entre símbolos y función simbólica es materia opinable, pero lo que sí se sabe es que a esta idea de sentido como racionalidad oculta tomada de Freud añadirá, además, cosas que recuerdan al autor de Das Kapital. Los símbolos son creación del espíritu humano, pero como las mercancías no sólo ocultan al hombre su verdadera naturaleza, sino que también cobran vida propia. ¿Cuál es la naturaleza de los símbolos? El de ser producto de las relaciones entre los hombres. Esas relaciones que, coincidiendo Mauss con Marx, son el fundamento mismo de la vida social. Ergo, la semiosis es un hecho social y lo social un hecho semiótico.
Es más, si se retrocede por un momento a la Introduction, la argumentación se pone todavía más sugestiva. Invirtiendo la afirmación de Saussure y anticipándose en años a algo que leeríamos después en los Elements de semiologie de Roland Barthes, encontramos la insinuación de que nada encuentra sentido fuera del lenguaje: la más perfecta de todas las manifestaciones simbólicas. Recurrir a la lingüística para pertrecharse de sus métodos resulta entonces no sólo recomendable, sino asimismo justificado. La piedra angular, la tesis básica, es que el sentido procede de nuestra capacidad de gramaticalizar lo que nos es dado; por lo que en cierta forma todo aspecto de la vida social es asimilable a un lenguaje. Los primeros terrenos a explorar serán el arte, los rituales y los modos de organización social, pero la verdadera meta por alcanzar son aquellas formas donde el sentido no puede buscarse ni en el plano de la lengua, en el que se soporta, ni en el plano del habla, en el que se expresa. The Structural Study of Myth cierra, así, de alguna manera el círculo.
Quizás melómano como Lévi-Strauss, Jean-Luc Nancy dirá muchos años más tarde que “si «entender» es comprender el sentido (…), escuchar es estar tendido hacia un sentido posible y, en consecuencia, no inmediatamente accesible”. No se nos ocurren mejores palabras para describir un proyecto que desde el retorno de los trópicos llevaría toda una vida. Operando por exceso, nuestras representaciones nos hablan. Nosotros, entretanto, estamos a la escucha.
Pero en este derrotero conceptos basales de otras disciplinas no saldrán indemnes. La noción de inconsciente, por ejemplo, se verá redelineada y privada de toda substancia. Y, junto a ella, ciertas concepciones sobre el sujeto que, contemplado en cuanto individuo, no se habían modificado desde el siglo dieciocho. EL psicoanálisis, que tanto había celebrado inicialmente los supuestos esenciales de Les structures, tomará distancia de inmediato; y otro tanto hará la filosofía, que encuentra insoportable la idea de que el verdadero “locus” de la racionalidad esté en ese determinante indeterminado que Lévi-Strauss llama “el espíritu humano” y no en el hombre lúcido de sí y capaz de reflexionar distanciadamente. Para la antropología, en cambio, se presenta una nueva perspectiva: la oportunidad de leer los hechos más allá de la superficie, viendo en cada uno de nosotros no entes privados de libertad como a veces se ha llegado a insinuar, sino seres expuestos al sentido. ¿No es acaso también esta -la de estar “expuestos”- otra de las acepciones del término sujeto?
Quizás melómano como Lévi-Strauss, Jean-Luc Nancy dirá muchos años más tarde que “si «entender» es comprender el sentido (…), escuchar es estar tendido hacia un sentido posible y, en consecuencia, no inmediatamente accesible”. No se nos ocurren mejores palabras para describir un proyecto que desde el retorno de los trópicos llevaría toda una vida. Operando por exceso, nuestras representaciones nos hablan. Nosotros, entretanto, estamos a la escucha.
Quien nos haya seguido hasta aquí habrá reconocido en los nuestros, una y otra vez, pasajes cruciales de textos muy conocidos, y probablemente se haya lamentado también de que no les hayamos hecho la debida justicia, pero en realidad hemos sobrepasado ya en mucho el espacio que originalmente se nos había asignado para algo que debía ser simplemente una nota aclaratoria. Así, si lo poco que hemos podido esbozar despierta algún interés o suscita algún interrogante, el propósito se habrá cumplido. A partir de ese instante, la decisión de recrear o no este curso tomando como guía los contenidos y lecturas sugeridos será, por supuesto, cosa que nos exceda.
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Claude Lévi-Strauss
Bruselas, 1908 – Paris, 2009
Artistas recrean trabajo fotográfico de Claude Lévi-Strauss plasmado en Tristes Trópicos
¿Qué tienen en común los habitantes de un poblado holandés y las tribus nativas del Amazonas estudiadas por Claude Lévi-Strauss durante los años 30s? En apariencia ninguna. No obstante, los artistas visuales Laurence Aëgerter y Ronald van Tienhoven se dieron a la tarea de recrear el trabajo fotográfico del etnólogo francés tomando como modelos a personas de la vida cotidiana de Beetsterzwaag, un pequeño pueblo en Holanda de no más de 4,000 habitantes.
La idea de retomar la esencia de las fotografías captadas por Lévi-Strauss e incluidas en la celebérrima obra Tristes Trópicos (1955) es, según los autores, plasmar la continuidad de la expresión humana y el intercambio cultural a través del retorno de la fotografía antropológica a Europa.
Este trabajo fotográfico, el cual consta de 63 imágenes en blanco y negro, ya ha sido publicado en forma de libro con el título Tristes Tropiques: Illustrations hors texte. A su vez, la exposición fotográfica, con sede en el centro holandés Kunsthuis Syb, viajará al Grand Palais de París (10-13 de noviembre) y al Salon für Kunstbuch en Viena (enero 2012).
La singular visión de Octavio Paz sobre la obra de Lévi-Strauss
Octavio Paz ofrece su particular visión sobre Claude Lévi-Strauss en su libro El nuevo festín de Esopo. EF
Paz alaba a Lévi-Strauss como un visionario y como un científico humilde y genial
GUADALAJARA, JALISCO.-El
centenario de Claude Lévi-Strauss (Bruselas, 28 de noviembre de 2008),
sin duda uno de los autores más influyentes del siglo XX, sigue siendo
motivo de celebración para diversas instancias culturales y académicas
de todo el mundo. La conmemoración de esta efeméride no ha pasado
desapercibida para la editorial Seix Barral, que ha reeditado el libro
de Octavio Paz Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo, en el que
revela la influencia de la geología en el pensamiento del antropólogo
belga.
"Aunque leo por placer y sin tomar notas, la lectura de
Lévi-Strauss me descubrió tantas cosas y despertó en mí tales
interrogaciones que, casi sin darme cuenta, hice algunos apuntes. Este
texto es el resultado de mi lectura". Con estas palabras, Paz emprende
una lúcida reflexión sobre la obra del prestigioso investigador.
Desde
puntos de vista distintos y aveces opuestos, ambos autores coinciden en
ver al hombre como emisor de signos y, simultáneamente, como un signo
entre los signos. Así, las páginas de Claude Lévi-Strauss o el nuevo
festín de Esopo constituyen una lúcida introducción al estructuralismo,
pero también una exposición de las ideas del Nobel de Literatura
mexicano sobre el lenguaje.
Para Paz, la obra de Lévi-Strauss
posee una importancia triple: antropológica, filosófica y estética. El
autor de Piedra de sol inscribía al centenario humanista considerado el
padre del enfoque estructuralista de las ciencias sociales en la
tradición de Rousseau y Diderot, Montaigne y Montesquieu, y afirmaba que
"su meditación sobre las sociedades no europeas se resuelve en una
crítica de las instituciones occidentales".
Paz alaba a
Lévi-Strauss como un visionario y como un científico humilde y genial,
lo asocia incluso con los caligramas de Mallarmé. Su búsqueda fue el
rastro de la estructura de los engranajes de lo social, y su racimo de
enigmas insondables. Su camino seguía la enseñanza de Freud, los
territorios turbadores del tabú y sus nociones se asoman una y otra vez:
"La atracción y la repulsión por el sexo opuesto, la visión del cuerpo
como un nudo de fuerzas benéficas o nocivas, las rivalidades y las
amistades… el juego violento y complicado entre veneración y
profanación, miedo y deseo, agresión y transgresión, todo ese territorio
magnético, magia y erotismo, que cubre la palabra incesto".
Aquello
se terminó llamando estructuralismo, sus lecciones tendrían
comentadores fructíferos a lo largo de toda la mitad del siglo XX.
Octavio Paz entre otros. El mexicano da cuenta de la búsqueda de su
maestro hacia lo universal, por encima del recuento de la historia y de
la mirada del científico ceñido al dato y al microscopio.
Títulos
como Antropología estructural, La cruz y la lira o El pensamiento
salvaje del belga enamoraron al poeta y ensayista mexicano. Éste le
homenajea en este estudio del año 67 que presentó como "resumen de mis
impresiones y cavilaciones", sin pretensión crítica alguna.
EL ETNÓLOGO francés Claude Lévi-Strauss (Bruselas, 1908)
acaba de ver cómo su vida y obra son objeto de divulgación masiva a
través de un libro de la popular colección Que Sais-je?, escrito por una
antigua alumna suya, Catherine Clement, al tiempo que Campus, la más importante de las emisiones literarias de las televisiones francesas, le entrevistaba. La conversación con el autor de Tristes trópicos
es sólo un apunte, un mero asomarse a un continente inmenso.
Lévi-Strauss, aunque parece seguir gozando de una memoria prodigiosa y
una gran capacidad para relacionar saberes, es un hombre muy mayor al
que -son sus propias palabras- "cansa el primitivismo de la televisión".
La noticia en otros webs
En su día, Lévi-Strauss, que vivió entre 1935 y 1939 largos periodos
en compañía de diferentes tribus del Mato-Grosso, sorprendió al arrancar
Tristes trópicos escribiendo: "Odio los viajes y los
exploradores". Hoy recuerda que "el viaje del etnógrafo tiene muy poco
que ver con la aventura romántica que pude imaginarme antes de marchar
hacia Brasil". Sobre su vocación es muy claro y conciso: "Nació de un
telefonazo. Marcel Mauss y su equipo reclutaban entre los licenciados en
filosofía gente que quisiera trabajar en el recién creado departamento
de etnografía, una ciencia que acababa de adquirir rango universitario y
que hasta entonces había dependido de misioneros y administradores
coloniales. Yo hacía sólo dos años que ejercía como profesor de
filosofía, en Mont-de-Marsan y en Laon, en 1932 y 1933. El primer año es
apasionante, tienes que construirte todo un programa, pero los cursos
siguientes te limitas a retocarlo. Estaba claro que no era eso lo que
iba a dar sentido a mi vida. Tenía ganas de descubrir el mundo. Y de ahí
que aceptase un puesto en la universidad de São Paulo y comenzase mis
viajes de etnólogo".
A Catherine Clément le impresiona la
capacidad de su maestro para sacar conclusiones de lo que, para otro,
sería anecdótico. Del gesto y el vestuario de unos monjes budistas
aprende "que Occidente ha perdido su oportunidad de seguir siendo mujer
porque el islam se ha interpuesto entre Oriente y Occidente" y hecha en
falta "esa lenta osmosis con el budimo que nos hubiera cristianizado".
Para Lévi-Strauss, el islam es "desconcertante" porque "su preocupación
por fundar una tradición se acompaña de la necesidad de destruir todas
las tradiciones anteriores". De ahí que se indigne ante el hecho de que
se haya querido condenar judicialmente al novelista Michel Houllebecq
por afirmar que "el islam es la más estúpida de las religiones". Para el
antropólogo, "ese proceso hubiera sido inconcebible hace medio siglo
porque se tiene todo el derecho a criticar la religión y a decir lo que
se piensa. Hemos sido contaminados por la intolerancia islámica. Hablan
de reintroducir la enseñanza de la historia de las religiones en la
escuela. Es una nueva concesión hecha al islam, a la idea de que la
religión debe penetrar en dominios que no son los suyos. Me parece que
la laicidad pura y dura había dado buenos resultados".
Estudioso
de sociedades llamadas primitivas, Lévi-Strauss es considerado por
Clément como un "precursor de la ecología", juicio que tamiza bajo la
luz del pesimismo propio del etnólogo pues la biógrafa recuerda ese
pasaje de Tristes trópicos en que leemos que "la humanidad se
instala en la monocultura; se dispone a producir civilización en masa,
como cultiva la remolacha". Lévi-Strauss dice hoy que "es imposible no
sentir nostalgia ante la tribu de los bororos, una sociedad que abolía
el tiempo. ¿Qué deseo más profundo que el de querer el vivir en una
suerte de presente que es un pasado revivificado sin cesar y mantenido
tal como era a través en los mitos y las creencias?". Para él, "la
sabiduría, de entrada, consiste en saber que su sociedad, para ser
viable, tiene que ser poco numerosa. Cuando eran demasiados la tribu se
dividía en dos. Y en comprender que el hombre no es predominante en la
naturaleza, que comparte el mundo con otras especies del reino animal y
vegetal. Nosotros bautizamos de supersticiosas, prácticas que no son otra cosa que su forma de expresión del respeto hacia el mundo que les rodea".
Las
cuestiones demográficas determinan la mirada de Lévi-Strauss. "Después
de mi viaje a Brasil se ha confirmado lo que yo intuí, a saber, que esas
tribus reducidas a grupos de 50 individuos habían sido mucho más
numerosas, que no eran primitivos sino restos de sociedades y
civilizaciones mucho más importantes que no resistieron la llegada de
los europeos".
En su corto pero sustancioso librito, Clément hace
referencia a Lévi-Strauss como uno de los padres del movimiento
estructuralista y recuerda la irritación del etnólogo al descubrir, en
casa de ella, sus libros puestos en el mismo estante que los de Michel
Foucault, Roland Barthes, Louis Althusser o Jacques Lacan. "Los únicos
estructuralistas al lado de los cuales acepto figurar son Émile
Benveniste y Georges Dumezil". Pero ese furor ante sus "malas compañías"
de biblioteca no debe hacer pensar en un hombre malhumorado, sino en
alguien que quiere ser preciso. Y eso no le impide perder el sentido del
humor. "Para mantener vivo mi inglés hubo una época en que leía Playboy
y un día descubrí un comentario sobre un libro mío en el que quedaba
claro que no lo habían entendido. Les escribí una carta recordándoles
que para comprender cómo funciona una sociedad antes hay que saber de
qué está compuesta. Y les añadí que ellos, visto el tipo de revista,
debieran saber que antes de la fisiología está la anatomía".
Las
estructuras del parentesco y las reglas matrimoniales de diversas
civilizaciones han sido uno de los centros de interés de la obra de
Lévi-Strauss. "Hoy las normas de matrimonio y el peso del parentesco no
desempeñan el mismo papel que en las sociedades tradicionales. Pero los
mitos sobreviven bajo otras formas. Por ejemplo, la Historia. Al
conocimiento del pasado le atribuimos la capacidad de permitirnos
comprender el presente y ese presente nos sirve para hacer previsiones
sobre el futuro".
La edad le ha devuelto también la nostalgia por
los viejos oficios de artista. El arte -la música y la pintura en
especial- es una expresión humana que escapa al tiempo. "Pero si a André
Breton le interesaron tanto las máscaras africanas no se debe no sólo a
que coincidían con sus deseos de surrealista, sino también a que, por
su precio moderado, estaban al alcance de sus posibilidades de
coleccionista. No hay duda de que era una forma de arte que tendía
puentes hacia el mundo sobrenatural, pero los artistas modernos
encontraron ahí ejemplos, que no modelos. La liberación formal de la
modernidad no nace de ahí. Picasso es genial, pero no puede decirse que
destaque por su talento como paisajista. Hace pocos años, al ver esa
exposición que iba de David a Delacroix, comprendí que en ese lapso de
tiempo se habían perdido saberes preciosos del oficio de pintor, que
secretos físicos y químicos no habían sido transmitidos".
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